lunes, 3 de marzo de 2014

¡Dos siglos de agresiones chilenas al Perú! TRAICIÓN A LA PATRIA DE LA CLASE GOBERNANTE PERUANA

• En 1836, Chile declara la guerra a la Confederación Perú-Boliviana porque considera que es una “amenaza” para sus planes de hegemonía en el Pacífico.
• La ambición de Chile y el afán de poder de algunos políticos peruanos, destruyeron el gran sueño de hermandad entre peruanos y bolivianos.


Escribe: General EP (r) Gustavo Bobbio Rosas

“Hay vivos que se aprovechan porque hay tontos para explotar”. Esta sería la frase que podría tipificar las relaciones peruano-chilenas desde el inicio de nuestra vida republicana.

Claro que los que permitieron que el Perú haya sido un permanente perdedor en los conflictos económicos, jurídicos, políticos, militares y hasta deportivos con Chile, es decir, nuestra clase política, no tienen nada de tontos y, como veremos a lo largo de este informe, no sólo pecaron por omisión sino que incluso colaboraron activamente con el enemigo ¿por convicción pro chilena o por dinero?

Se habla mucho del “glorioso” proceso de nuestra independencia y de la colaboración -¿desinteresada?- de nuestros vecinos, haciendo que el estudiantado peruano o la ciudadanía en general tenga una idea equivocada de todo este tema, pensando que, por lo menos en algún momento, existió la “solidaridad” continental. Bueno pues, nada más lejos de la realidad. 

En la etapa colonial existió rivalidad entre los distintos virreinatos y una envidia generalizada de nuestros vecinos hacia el Perú, debido a la posición privilegiada que ocupábamos por ser el virreinato más importante y centro de toda la dominación española en Sudamérica. Es más, de forma irracional, todo adelanto, libro o bien, llegaba antes al Perú y de aquí era reexpedido a Buenos Aires, Santiago, Bogotá y Caracas, pese a que en su viaje desde Europa primero encontraban los puertos de La Plata, Valparaíso o por el otro lado, llegaban hasta el istmo de Panamá para venir por tierra hasta el Pacífico.

Todo ello explica, en parte, la falta de entusiasmo de la clase política peruana por la “independencia” (ya que con el estado de cosas reinantes disfrutaban de una serie de privilegios sobre las demás “aristocracias” de Sudamérica), que de hecho no fue obra de nuestros vecinos, sino logro de nuestros montoneros peruanos.

Concluida la guerra, cada uno de los amigos (la Gran Colombia, Argentina, Chile y los EE.UU. de Norteamérica) vino a cobrar por su participación, real o ficticia, en la “gloriosa y desinteresada gesta”. En el caso concreto de Chile, su comisionado Antonio José de Irrisarri contrata un empréstito de 1’500,000 de pesos para equipar y armar a su Ejército, deuda que nos es transferida el 26 de agosto de 1923, por lo que, con los intereses, quedamos debiendo más de tres millones de pesos. ¿Por qué, si no existía una obligación previa, se aceptó esta deuda? ¿Fiscalizó alguien lo que realmente se había gastado?

Si reparamos en que no existía aún el Canal de Panamá (ni siquiera existía Panamá como país) nos damos cuenta que las naves procedentes de Europa encontraban a Valparaíso como primer puerto importante en el Pacífico, recalando luego en el Callao. En época tan temprana como 1832, la rivalidad entre ambos motiva un conflicto y el gobernador de Valparaíso, Diego Portales, propuso “irse sobre el Perú con un Ejército”.


“CHILE NECESITABA UNA ESCUADRA PODEROSA”

Sin embargo, la sangre no llega al río y se firma un tratado, tratado que era un disparate, ya que por ejemplo, contemplaba medidas recíprocas de protección acordada a las marinas mercantes de ambos países y el acuerdo de no gravar con mayores impuestos a las mercaderías procedentes de los puertos de ambos tratantes, olvidando dos cosas: 

- SÓLO CHILE TENÍA MARINA MERCANTE Y LOS PRODUCTOS VENÍAN DE EUROPA A TRAVÉS DE CHILE Y NO AL REVÉS, por lo que en la práctica el único que obtenía ventajas era Chile.
Cuando Santa Cruz quiso arreglar las cosas declarando puertos libres a Arica, Cobija, Callao y Paita, y poniendo derechos adicionales a todos aquellos efectos y frutos que hubiesen tocado en otros puertos del Pacífico antes de llegar a puertos peruanos, “El Araucano”, vocero oficial del gobierno chileno, en 1836, expresó su indignación y difundió la doctrina de que Chile “necesitaba una escuadra poderosa con la finalidad de defender su COMERCIO EXTERIOR”.

Ese mismo año, el presidente peruano Orbegoso pone a la venta, de acuerdo a una política de “economías”, dos buques de la escuadra, el bergantín Orbegoso y la fragataMonteagudo: en una maniobra oscura -normal en nuestros políticos de ayer, hoy y siempre- ambos barcos terminan siendo alquilados a un expresidente de Chile, Ramón Freire, y finalmente son embargados por el gobierno chileno sin que el Perú reciba un solo centavo.

Pero, no sólo eso, en otra operación contraria a todas las leyes internacionales y a las mínimas normas de convivencia pacífica entre dos Estados, el 21 de agosto de 1836, dos buques de la escuadra chilena entran pacíficamente al Puerto del Callao y en la noche envían marinos a capturar tres buques peruanos: el Arequipeño, la Peruviana y la Santa Cruz.

Todos estos hechos no eran sucesos aislados sino parte de la política chilena de erigirse en la potencia del Pacífico y obtenían esos triunfos en base a seguir objetivos nacionales y a nuestra carencia de lo mismo y -más grave aún-, carencia de todo tipo de dirección política.


ENVIDIA DE CHILE DESTRUYÓ CONFEDERACION PERU-BOLIVIANA

El 10 de octubre de 1836, el ministro chileno Diego Portales solicita autorización al Congreso para declarar la guerra al Perú, y el 28 de ese mismo mes, se oficializa la existencia de la Confederación Peruano-Boliviana, que ya venía funcionando de hecho.

Inmediatamente, Chile envía una Escuadra, compuesta de nuestros mismos barcos que había capturado de manera artera y estando en paz ambos Estados, es decir, el Orbegoso, la Monteagudo, el Arequipeño, la Peruviana y un par de unidades más. 

Leamos lo que le escribe Portales a Blanco Encalada, el jefe de la expedición chilena que atacaba el Perú: “Va usted, en realidad, a conseguir con el triunfo de sus armas la segunda independencia de Chile, la posición de Chile frente a la Confederación Peruano-Boliviana es insostenible. No puede ser tolerada ni por el pueblo ni por el gobierno, porque ello equivaldría a su suicidio. No podemos mirar sin inquietud y la mayor alarma la existencia de dos pueblos confederados que, a la larga por la comunidad de origen, lengua, hábitos, religión, ideas, costumbres, formarán, como es natural, un solo núcleo”. 

“Unidos estos dos Estados aún cuando no sea más que momentáneamente, serán siempre más que Chile en todo orden de cuestiones y circunstancias. En el supuesto que prevaleciera la Confederación en su actual organización y ella fuese dirigida por un hombre menos capaz que Santa Cruz, la existencia de Chile se vería comprometida”.

En tanto Chile analizaba geopolíticamente su futuro y adoptaba las acciones que asegurasen su supremacía en esta parte del continente, los peruanos estaban divididos en una serie de facciones. Así estaban la de Gamarra y La Fuente, que negociaban con los chilenos; otra aristocrática y cortesana, del coronel Manuel Ignacio de Vivanco y Felipe Pardo, que buscaron invadir la Confederación con los ecuatorianos. 

¿No sientes asco, amigo lector, y no te da la impresión que lo mismo está pasando en estos momentos con jueces peruanos que pretendieron darle la razón (contra las leyes y la lógica) a Luchetti o nuestro exvicepresidente que entregó los cielos a Chile?

De esa lejana época datan también los lobbies chilenos contra el Perú; obtienen que Argentina también declare la guerra a la Confederación, aunque gracias a la natural indolencia de ese país, dicha declaración quedó en pura lírica y unas cuantas escaramuzas en que fueron derrotados. También intrigó Chile a Ecuador contra el Perú y cuando creía tener de aliado a ese país a través del general Juan José Flores, la Convención Nacional nombra presidente a Vicente Rocafuerte, quien se mantuvo ajeno al problema.

El 15 de setiembre de 1837 parte de Chile la expedición contra el Perú que el 12 de octubre ocupa Arequipa. Santa Cruz maniobra y ocupa las alturas de Paucarpata, acorralándolo pero, en vez de destrozar al Ejército chileno, firma con ellos el Tratado de Paz de Paucarpata y le permite que se retire con sus armas y bagajes completos e intactos. Al volver Blanco Encalada a Chile recibe manifestaciones hostiles, y tres días después el gobierno chileno repudia el Tratado de Paucarpata y el 19 de julio de 1838, la segunda expedición chilena, acompañada por emigrados peruanos, zarpa de Coquimbo en 26 transportes.

Luego de una campaña con altibajos para ambas partes, la decisión se da en la Batalla de Yungay en que, bajo el mando supremo del chileno Bulnes, combaten los peruanos Torrico, Eléspuru, Vidal y Castilla (sí, Ramón Castilla, luego presidente del Perú).  Según una versión bastante creíble (publicada en El Comercio del 28 de setiembre de 1863) Bulnes, sintiéndose derrotado, ordenó la retirada y ¿quién salva al Ejército chileno de la derrota final? Ramón Castilla, quien lanza otra de sus famosas frases: “no hemos venido a correr”.


EL FIN DE UN SUEÑO

El 20 de enero de 1839, a las cuatro de la tarde, un hermoso sueño de hermandad y grandeza había muerto, asesinado por las envidias y apetencias de Chile y el afán de poder de un grupo de peruanos. Por un convenio firmado por Gamarra, el Perú pagó todos los gastos de la expedición chilena, incluyendo el flete de los transportes de la ida y vuelta, los sueldos, haberes, vestuarios y recursos de todo género.

Andrés de Santa Cruz tuvo el sueño de una Gran Nación Quechua-Aymara y logró plasmarlo en la Confederación Peruano-Boliviana. Las ambiciones de poder y figuración de muchos políticos peruanos -que llegaron a combatir al mando de chilenos contra sus compatriotas- llegó a destruir esa unión.

2 comentarios:

  1. La traicionera actitud de alguno malos Chilenos, los cuales solo buscan lucrar a cuesta de cualquier cosa, motiva a que debemos estar preparados para poder defendernos.
    Cansado estoy que peruanos acomplejados cuando son entrevistados en tv o radio, al hablar del Peru, dicen en "cambio si vemos a chile.. bla bla bla"
    Con esto quiero decir que debemos cambiar antes de todo, la personalidad del Peruano, que se sienta orgulloso de lo que fuimos, de lo que somos y que se positivo de lo que seremos en el futuro.

    J2

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  2. Trate de leerlo completo, pero es vomitable las falsedades que este tipo es capaz de inventar por ofender al país del Sur, sin los chilenos, los peruanos hubiesen tardado unos dos siglos en liberarse solos de los españoles.
    El préstamo Irrisari, fue contratado y pagado por Chile, incluso la parte que se prestó al Perú de la cual este ignorante por conveniencia olvida mencionar, el Perú sólo lo devolvió durante la presidencia de Castilla.
    Los buques de la "escuadra del Perú" que llevaron a la expedición Freire a Chiloe, para producir una sublevación, ¿fueron arrendados por dicho general? es decir el gobierno de la época (Santa Cruz) no sabia que los buques de guerra se estaban usando para otro motivo que no fuese la defensa del Perú. Capturados estos en aguas chilenas transportando enemigos de Chile, había que devolverlos, no se estará volviendo loco el generalito.
    finalmente la guinda de la torta, el ejercito restaurador, compuesto por chilenos en un 85% comandado por chilenos, venciendo en Guias, Matucana y Puente de Buin, que junto a tropas y oficiales peruanos, escala y conquista el pan de azucar, esos mismos soldados, bajo ese mismo comando no hiban a vencer a los confederados a menos que un peruano que no gano mas que batalles en guerras civiles participara. si fue tan maravilloso, como perdió la batalla de Ingavi en la cual tenía ventaja numérica y mas nivel de mando que en Yungay, donde sólo figuraba como decoración, aunque era bueno para las frases pero no para luchar. A mi parecer no tengo pruebas para ello, el que escucho la frase de Castilla en la batalla de Yungay, fue el mismo que vio a Ugarte tomar la bandera y en su caballo con espuelas de oro, saltar al vacío durante la lucha en el morro de Arica. desmintiendo a todos los demás que estaban en dicho lugar y que declararon que Ugarte había muerto en la cima del morro.
    Y respecto de Paucarpata, Santa Cruz era inteligente, destrozar al ejercito chileno le hubiese costado mas de la mitad de su ejercito, (en Yungay lo perdió completo, apenas escapó con unos 20 hombres), y Santa Cruz no era pacifico, ya había destrozado al ejercito peruano de Salaberry y fusilado a dicho general, era un General sensato, sabía por su experiencia en las lucha de la Independencia la diferencia entre enfrentarse a tropas peruanas y a tropas chilenas.
    A los que les gusta la historia borren a este tipo de sus mentes y eduquense en la verdad y no en la rabía y la furia

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